Basta entrar en YouTube y tipear las palabras “Menem estratosfera” para revivir uno de los momentos que más bromas (no había memes en esa época, ni redes sociales) despiertan en la figura del ex presidente. En 1996, en el inicio lectivo en un escuela en Tartagal, Salta, el riojano dejó una de sus mejores frases: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo. Por supuesto, más adelante se podría llegar a otro planeta, si se detecta vida”, dijo y, como con muchas otras acciones, pasó a la inmortalidad. Es difícil que el sueño de Menem se haga realidad. Difícil que en Argentina podamos disfrutar de esos vuelos. Pero, y siempre hay un pero, Menem sí puede jactarse de que los progresos espaciales en nuestro país tienen su sello. Su impronta. Y que digan lo que digan, si hoy Argentina está dentro de la carrera espacial fue por su visión, o al menos la de algunos de quienes lo rodeaban en ese momento.
El domingo, el pecho de los argentinos se infló (o por lo menos debería haberlo hecho si no fuera por la maldita grieta) cuando el satélite Saocom 1 B despegó mediante un cohete de la empresa Space X desde el mismísimo Cabo Cañaveral.
El satélite argentino estaba previsto en el plan estratégico que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) diseñó en 1994. En esa época, amalgamada sobre la estructura del plan Cóndor II que no había sido desarmada y contando con parte de los investigadores de la disuelta Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), en la Conae se encontraron también científicos que venían de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y de la empresa estatal rionegrina Invap (Investigaciones Aplicadas). Entre 1996 y 2011 Argentina lanza los Sac B, Sac A (dos satélites chicos con los cuáles se comenzó el aprendizaje), Sac C (el primer satélite argentino de teleobservación) y Sac D Aquarius, que tenía como objetivo relevar la salinidad del océano. En una nota con la agencia Telam, el ingeniero Fernando Hisas indicó que “en los primeros satélites tuvimos que recibir, en el marco de la cooperación internacional, los paneles solares. En el SAC-C, parte de la construcción de los paneles solares se hizo en el país, y para el SAC-D Aquarius y el Saocom se hicieron completos a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)”.
El Saocom 1A se lanzó en 2018, y el 1B, el domingo pasado. Son dos satélites gemelos, que rotan tres veces la tierra en 24 horas, separados por 180°. Ambos satélites toman y reciben imágenes por radar, y su principal objetivo es generar mapas de humedad del suelo, tanto en Argentina como en cualquier parte del mundo que lo requiera, así como el monitoreo y seguimiento de inundaciones, detección de derrames de hidrocarburos en el mar y otras aplicaciones en catástrofes naturales. “Una joyita” lo definen los expertos. Y en medio del desarrollo y lanzamiento de los dos sastélites, dos tucumanos tuvieron mucho que ver. Y dejaron su impronta. El ingeniero en computación de la Conae, Hugo Rodríguez, y el técnico electrónico Andrés Bergant. Estas son sus historias.